Francisco Solano Salido Jiménez fue capaz de mantener a lo largo de su vida la ilusión y el amor a su oficio desde que, siendo un niño, se despertara en él la afición por la talla. Con ocho años ya se entretenía en los recesos de la vendimia rayando con la navaja pequeños motivos en trozos de madera.
Lo suyo fue premonitorio porque, desde muy temprana edad, ya apuntaba maneras para convertirse en el futuro en un reconocido tallista de la madera. Difícil elección para un muchacho criado en el seno de una familia de agricultores, en la que su futuro parecía estar destinado a continuar trabajando en las labores del campo que poseían sus padres.
Pero, con tesón y esfuerzo, el más pequeño de la familia tomaría otro oficio distinto al que el destino le tenía reservado. Así, el joven Solano Salido empezó compaginando su aprendizaje con el que siempre consideró su maestro, el tallista Antonio González Martínez. De este modo, se convirtió en alumno aventajado y, llegado el momento, el que fue su maestro en la talla ya no podía enseñarle más sobre este artístico oficio.
Fue entonces cuando contó con el respaldo de Alberto Leiva Garrido, maestro carpintero que poseía en la calle Enfermería uno de los talleres con más prestigio de Montilla. Allí estuvo con la familia Leiva, de la que ha guardado siempre un gran cariño, hasta que se instaló por su cuenta, en diciembre de 1945. Contaba entonces 15 años de edad. Al poco tiempo recibiría un primer encargo importante de los Jesuitas: la talla de un paso para el Corazón de Jesús.
Con las primeras luces de la mañana, el maestro Solano Salido comenzaba su trabajo diario. Los primeros rayos de sol que entran por la ventana del estudio van iluminando su banco de trabajo, dejando al descubierto sus afiladas gubias y los descartes hechos ya virutas de madera de Flandes.
El artista, en la soledad de su taller, devastaba a golpe de gubia el bloque de madera hasta que se comenzaba a vislumbrar la forma de una figura. Una soledad a veces rota por la música de zarzuelas que tanto le gustaban.
Este artista montillano atesoraba todo lo que cualquier profesional quisiera saber de un oficio bien aprendido. Para él no tenían ningún secreto las diferentes técnicas que se aplican a la madera, sencillamente porque había trabajado en todas estas disciplinas, como es el dorado en sus diversas técnicas o los tratamientos de la madera policromada. De su taller, que siempre estuvo situado en su casa de la calle Blanco, han salido importantes trabajos para la Semana Santa montillana y de la provincia.
El maestro Solano, al que se le conoce por Solano «El Tallista», tiene gran parte de su trabajo diseminado en iglesias, cofradías e, incluso, en la Casa Real. También en viviendas particulares, gracias a sus muebles de estilo. Varios de los grandes marcos con ornamentación que exhiben los lienzos del pintor José Santiago Garnelo y Alda en la Casa de las Aguas son obra suya.
Toda una vida dedicada al noble oficio de la talla, dorado y policromía de la madera que ha sido suficiente para que se le reconozca la gran labor que ha legado a su pueblo. Por eso, la Asociación de Artesanos de Montilla le distinguió en 2013 como Presidente de Honor del colectivo que, desde ese momento, se denominaría Asociación de Artesanos “Solano Salido”.
Importante es el trabajo de restauración de la imagen de El Santico, al igual que realizó otra imagen titular para una iglesia de Madrid y restauró completamente el retablo del antiguo asilo. A su vez, un viejo boceto que se conserva en su estudio le sirvió para realizar la imagen de nuestro santo patrono para el pueblo de Montoro, en la que participó junto a los artistas José González Candelas y José Gracia.
Con todo, es en las cofradías donde está el grueso de su obra, en la que escultura y talla en madera caminan estrechamente de la mano. Solano Salido pudo presumir de habernos dejado un legado de sus numerosos trabajos en los pasos de la Semana Santa de Montilla. No en vano, suya es la talla de los primeros pasos de Jesús Orando en el Huerto y de Jesús Preso, que celebraban estación de penitencia en la tarde del Jueves Santo.
También salieron de su gubia, en colaboración con su hijo, el pintor y escultor Paco Salido, los cristos realizados en escultura completa de la Misericordia, la Flagelación y Yacente. Este último procesiona en Montemayor.
Al vivir en contacto con el maestro Solano he sido un oyente privilegiado de los relatos de un hombre grande que poseía unas fuertes manos y un gran corazón. Siempre nos quedaba la sensación de estar delante de una persona con un amplio bagaje de vivencias, algo enriquecedor, sobre todo, cuando viene de alguien sencillo que nunca se dio importancia.
Y es que, teniendo la oportunidad de adquirir un mayor prestigio y reconocimiento en Madrid, prefirió quedarse en su pueblo. En esta zona vinícola de tierras albarizas que le vieron nacer allá por 1930 están sus orígenes, tan clavados en la tierra como las profundas raíces de las viejas cepas de uva Pedro Ximénez que de sobra conoció. Por eso, comprendo ahora que le brillaran los ojos cuando hablaba de su pueblo, de sus vivencias, y de su apego a la tierra que le vio nacer y que ayer le dio su último adiós.
Julio Portero
Fotografia: Julio Portero
Montilla Digital